Gary Chapman
En su apogeo, la experiencia del «enamoramiento» es eufórica.
Estamos obsesionados de manera emocional el uno con el otro. Nos acostamos pensando en el otro. Cuando nos levantamos, esa persona es el primer pensamiento en nuestra mente. Anhelamos estar juntos.
Nuestros sueños antes del matrimonio son de dicha conyugal: «Vamos a ser muy felices. Otras parejas quizá discutan y riñan, pero nosotros no. Nos amamos». Por supuesto, no somos tan ingenuos. Sabemos de un modo intelectual que con el tiempo habrá diferencias. Sin embargo, estamos seguros de que las vamos a discutir con franqueza; uno de nosotros siempre estará dispuesto a hacer concesiones y llegaremos a un acuerdo. Es difícil creer en otra cosa cuando estás enamorado.
Lo lamentable es que el «enamoramiento» eterno es ficción, no es realidad.
Lo lamentable es que el «enamoramiento» eterno es ficción, no es realidad. La psicóloga Dorothy Tennov, después de estudiar montones de parejas, concluyó que el promedio de duración de la obsesión romántica es de dos años. Todos bajaremos de las nubes y plantaremos nuestros pies en la tierra de nuevo. Esos pequeños rasgos que pasamos por alto cuando nos enamoramos, se convierten en montañas gigantescas cuando nos casamos.
No es que seamos insinceros en lo que pensamos y sentimos, sino es que somos poco realistas. Fallamos al no tener en cuenta la realidad de la naturaleza humana. Somos egocéntricos por naturaleza. La euforia de la experiencia del «enamoramiento» solo nos da esa ilusión.
Una vez que la experiencia de enamorarse sigue su curso natural, regresaremos al mundo de la realidad y volveremos a ser nosotros mismos. Poco a poco, se esfuma la ilusión de la intimidad y se hacen valer los deseos individuales, las emociones, los pensamientos y los patrones de conducta. Ahora las olas de la realidad comienzan a separarlos. Se dejan de amar, y en este punto o bien se divorcian o comienzan la ardua tarea de aprender a amarse el uno al otro sin la euforia de la obsesión del enamoramiento.
Algunas parejas creen que el final de la experiencia del «enamoramiento» significa que solo tienen dos opciones: resignarse a vivir desdichados con su cónyuge; o abandonar el barco y probar de nuevo. Nuestra generación ha optado por la última, mientras que en generaciones anteriores se escogía a menudo la primera.
La tasa de divorcio por segundas nupcias es más alta que la tasa de divorcio de primeras nupcias.
La tasa de divorcio por segundas nupcias es más alta que la tasa de divorcio de primeras nupcias. La tasa de divorcio por terceras nupcias es incluso mayor. Al parecer, no es sustancial la perspectiva de un matrimonio más feliz por segunda o tercera vez.
Del «enamoramiento» al verdadero amor
Las investigaciones parecen indicar que hay una tercera y mejor alternativa: Podemos reconocer la experiencia del enamoramiento por lo que fue, un alza emocional temporal, y ahora luchar por el «amor verdadero» con nuestro cónyuge. Esta clase de amor es emocional por naturaleza, pero no obsesiva. Es un amor que une la razón y la emoción. Involucra un acto de la voluntad, requiere disciplina y reconoce la necesidad del crecimiento personal. Nuestra necesidad emocional más básica no es enamorarnos, sino ser amado de verdad por el otro, conocer un amor que brota de la razón y de la decisión, no del instinto. Necesito que me ame alguien que decida amarme, que vea en mí algo digno de amar.
Nuestra necesidad emocional más básica no es enamorarnos, sino ser amado de verdad por el otro, conocer un amor que brota de la razón y de la decisión, no del instinto
Esa clase de amor requiere esfuerzo y disciplina. Se trata de la decisión de emplear la energía en un esfuerzo para beneficiar a la otra persona, sabiendo que si su vida se enriquece por tu esfuerzo, tú también encontrarás un sentido de satisfacción: la satisfacción de haber amado con sinceridad a otro. Esto no requiere la euforia de la experiencia del «enamoramiento». En realidad, el verdadero amor no puede comenzar hasta que la experiencia del «enamoramiento» no siga su curso.
No podemos aceptar el crédito por las cosas buenas y generosas que hacemos mientras estamos bajo la influencia de «la obsesión». No obstante, si una vez que volvemos al mundo real de la decisión humana, optamos por ser amables y generosos, eso es amor verdadero.
Esas son buenas noticias para las parejas casadas que han perdido todos sus sentimientos de «enamoramiento». Si el amor es una decisión, tienen la capacidad de amar después que muere la obsesión del «enamoramiento» y regresan al mundo real. Esa clase de amor comienza con una actitud, una manera de pensar. El amor es la actitud que dice: «Estoy casado contigo, y decido velar por tus intereses». Luego, el que decide amar encontrará maneras adecuadas para expresar esa decisión.
¿Cómo podemos satisfacer la profunda necesidad emocional mutua de sentirnos amados? Si podemos aprender eso y decidimos hacerlo, el amor que compartimos será mucho más emocionante que cualquier cosa que sintiéramos alguna vez cuando nos enamoramos.
Sigue leyendo en Los 5 lenguajes del amor, por Gary Chapman.
Extraído del Capítulo 2