Por: Sandra B. Prieto, autora del libro «Me cambiaron el libreto»
@sigueconsandraprieto
¿Alguna vez has pensado que lo que estás viviendo, o has experimentado, no es lo que soñabas o como imaginabas?
Por ejemplo, te has preguntado: ¿por qué no he podido tener hijos? O ¿por qué el amor de mi vida ya no está conmigo? O ¿por qué no pude estudiar lo que tanto anhelaba, u obtener el trabajo que tanto deseo? O ¿por qué el negocio, al que le dediqué tanto esfuerzo, se quebró? O ¿por qué justo en el mejor momento de mi vida llegó una enfermedad y, con esta, una sentencia de muerte?
Nuestras vidas pueden estar llenas de preguntas como estas, y muchas otras, dependiendo de las circunstancias que enfrentemos. Si las cosas salen como lo esperamos, o mejor de lo que imaginamos, ni nos detenemos a cuestionar, simplemente, lo damos por hecho y agradecemos, o creemos que lo merecíamos, pues nos hemos esforzado para lograrlo. Sin embargo, ante los desafíos, calamidades y tragedias, muchos de nosotros podemos pensar que fue debido a algo que hicimos o dejamos de hacer. Otros, incluso, podemos llegar a pensar que a Dios se le fue la mano con nosotros, y que no nos merecemos lo que estamos viviendo. ¿Te ha pasado algo parecido?
En ocasiones, también, recibimos el juicio de otras personas, quienes pueden ver nuestras situaciones, aparentemente adversas, como una señal de que el favor de Dios no está con nosotros, desconociendo que Él también está, y obra, en medio del dolor. ¿Te suena familiar?
Ahora, muchos de esos cambios pueden suceder de manera inesperada, abrupta, y esto nos hace sentir que nuestra vida está en caos, que todo se salió de control, y que Dios nos abandonó. ¿Te has sentido así alguna vez?
Hoy quiero recordarte, como lo comparto en mi libro «Me cambiaron el libreto», que aunque los episodios de tu vida te hayan llevado muy lejos de lo que un día soñaste o imaginaste vivir, Dios no se ha olvidado de ti, ni de las promesas que te ha dado, ni del llamado que te ha hecho, ni de los dones que un día te entregó. Mejor aún, el propósito por el cual Dios te creó, te escogió y te apartó, sigue intacto y, aún, lo que estás enfrentado, o has experimentado, es parte de lo que Él te ha entregado para equiparte en el cumplimiento de Su propósito para tu vida y que, al final de tus días, puedas decir: florecí y dí fruto, no solo sobreviví.
Hoy, tú que estás leyendo estas líneas, te invito a que le entregues a Jesús, el autor del libreto de tu vida, cada episodio de esta, incluyendo los cambios que te han arrancado una sonrisa y los que te han hecho llorar de dolor; dile que sin importar lo que has vivido, o estás viviendo, hoy le confías tu vida entera a Él y le pides que Él mismo siga escribiendo cada capítulo y te entregue, todo lo que necesitas, hasta llegar al capítulo final.
Espero que, si aún no lo has hecho, te des la oportunidad de leer el libro buscando conocer a Dios y relacionarte con Él de manera más profunda. Te aseguro que lo conocerás como padre, consejero, proveedor, protector, tu roca fuerte, tu sanador, esposo, quien te defiende, tu consolador y de muchas otras formas.
Y recuerda que aún en medio de los cambios, desafíos y pérdidas en tu vida, “El Señor llevará a cabo los planes que tiene para tu vida, pues su fiel amor por ti permanece para siempre” Salmo 138: 8 (NTV).